INFORME ECONÓMICO MENSUAL | Nº VIII | AGOSTO 2018
24/08/2018 - 12:45
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¿HAY RIESGO DE DEFAULT?

La disparada del riesgo país y la suba del precio de los CDS (seguros contra default) instalaron el fantasma de una nueva cesación de pagos de la deuda. Los CDS pasaron de los 350 puntos que cotizaban en diciembre del año pasado, a cerca de los 670 que tocaron la semana pasada. El riesgo país casi se duplicó en lo que va del año, pasando de 356 puntos en diciembre a casi 700 en los últimos días, de modo que la tasa que el mercado le exige hoy a la Argentina es mayor que el 8,5% que pagó Kicillof para el pago de la estatización de YPF en medio del conflicto con los fondos buitres.

Frente al temor por un futuro default de la deuda, el ministro Dujovne, junto a otros economistas y consultoras salieron a descartar una nueva cesación de pagos de la deuda. Para ello matizaron las proyecciones que circulan de necesidades financieras del Estado, al señalar que son mayormente en pesos. “Nadie defaultea una deuda en pesos”, indicó un consultor que hasta hace unos meses se desempeñaba en el BCRA. Tomando sólo la parte en dólares del déficit primario, y de los intereses y amortizaciones de la deuda del sector público nacional, descontando los vencimientos de deuda intra-sector público y el financiamiento provisto por el FMI, sólo se precisan USD 7.500 millones de acá a 2020, aún en un escenario de nula renovación de LETES. Un monto manejable para una economía que dispone más de
USD50.000 M de reservas.

Si bien separar las necesidades de financiamiento en dólares del Estado, de las de pesos, es un análisis correcto, no alcanza para descartar el riesgo de default. Cuando se compara las necesidades de dólares del Estado con el monto de reservas, debe tenerse en cuenta que los dólares del banco central no son de uso exclusivo del gobierno. De esa caja deben cubrirse los vencimientos de intereses y amortizaciones no renovadas de las empresas privadas que rondan los USD20.000 millones hasta diciembre de 2019. También debe ser suficiente para cubrir el déficit comercial, de turismo y las utilidades de las multinacionales, que sumaría unos USD10.000 millones en un escenario de caída de la actividad y fuerte suba del dólar. Por último, queda por ver el monto de fuga de capitales, que sólo en el primer semestre de 2018 insumió unos USD16.000 millones de dólares. Asumiendo un escenario optimista donde la fuga de capitales se reduzca a la mitad, se precisarían otros USD24.000 millones para financiarla.

De esa manera, las necesidades de divisas hasta el 2019 son unos USD 61.500 millones, compuestos por los USD 7.500 millones que demanda el sector público y los USD 54.000 millones que requiere el sector privado. Un monto que supera nuestras reservas y pone al desnudo el talón de Aquiles de la economía argentina, que no es el déficit de las cuentas públicas, sino el déficit externo del sector privado.
Al contrario de lo que muchos suponen, el déficit de las cuentas públicas fue el sostén de la macroeconomía de la gestión de Mauricio Macri. El endeudamiento externo del Estado para cubrir su exceso de gasto en pesos, brindó una fuente estable de dólares que permitió cubrir el déficit externo del sector privado y acumular reservas. El estrechamiento de esa fuente de divisas, fue la que generó que las bases de la economía se resquebrajaran al primer soplido internacional. El intento de suplantar el acceso al crédito privado por el del FMI, choca con las limitaciones que el organismo impuso a la política cambiaria y la desconfianza que genera tener que acudir a un prestamista de última instancia.

El paso del gradualismo al shock en materia de ajuste fiscal no resuelve el problema central que es, ¿de dónde saldrán los dólares para financiar el déficit externo del sector privado? El FMI supone que una política de dólar flexible es suficiente para reequilibrar el balance externo del sector privado al disminuir el déficit de turismo y, vía contracción de la producción, reducir las importaciones. Pero la elevada incertidumbre e inflación que genera la permanente devaluación del peso, termina acelerando la fuga de capitales con lo que el déficit externo del sector privado se agrava, al menos, en el corto plazo.

La consecuencia es una economía en permanente corrida cambiaria, que no podrá cumplir con las metas de reservas y de inflación pactadas con el organismo, poniendo en riesgo su última fuente estable de divisas, tal como anticipamos en nuestro informe de junio titulado “Rumbo al formal waiver”. Mientras el deterioro de la actividad productiva y de la situación social, amenazan con llevarse puesto más que un programa económico.

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